Colonia, 29 de octubre de 1998. Me encuentro en una etapa que quisiera denominar "entre dos films de ficción". Por razones imprevisibles, se ha prolongado seis años y ha estado llena de rodajes para el proyecto Photographie und jenseits [Fotografía y más allá], un film sobre las artes de la proyección humana: la escritura, el dibujo, la fotografía, la arquitectura. El proyecto terminó dividiéndose en seis películas diferentes que ya estaban "enlatadas" -como suele decirse tan feamente para expresar que fueron filmadas- y esperaban pasar a la etapa de montaje. Y entonces ocurrió algo que nunca me había pasado antes. Tuve un persistente "bloqueo de montaje". Me pasé meses sentado a las más diversas mesas de edición -analógicas, digitales, da lo mismo- y no podía encontrar en mi interior ningún motivo para hace un corte. El material me gustaba tal como había salido de la cámara. Me parecía ridícula toda articulación complicada, toda combinación, dramatización, aceleración o inversión, o peor aun: me parecían actos simbólicos extremadamente superfluos y desdeñables.
Todo eso tenía un entecedente en mi trabajo previo. En cierto sentido me había transformado en un renegado de mis ideales de otra época. Las representaciones ideales se comportan como contrapuntos de la realidad experimentada. Fue un ideal neoconstructivista de los años setenta darle un espacio al pensamiento en los medios. Al postulado exterminio de lo real por la representación había que oponerle un producto mediático que fuera parte de un pensamiento activo. Eso llevó a trabajar sobre ejes como la velocidad y la resolución de la imagen, la aceleración y activación de las capacidades de emisión y recepción de la mente, secuencias de cortes acelerados que generan cadenas de asociaciones.
Pero la cotidiana dosis de televisión y la práctica integrada del zapping prueban hoy en día que la vanguardia ha tenido pleno "éxito" como precursora declamatoria de la estupidez asociativa, de modo que en realidad fracasó. Uno de los lugares comunes de la vanguardia artística es la creencia de que contribuyó esencialmente a la ampliación de las posibilidades técnicas. En todo caso, es innovadora en su papel de bufón de la corte, de tributario del poder, de intérprete y portavoz. En el mejor de los casos brinda "ejemplos" para el usuario de sistemas digitales de edición que quiera perderse en el infinito de las posibilidades del montaje. Alcanza con mirar los productos claramente identificables de la última generación de programas de procesamiento digital de la imagen y uno está hecho...
El espacio es montado en la cámara. A eso hay que volver. El trabajo camarográfico, en tanto actividad arquitectónica, es un corte dentro del espacio. En la construcción de las imágenes aisladas está contenida la mayor parte de los problemas y paradojas que estamos acostumbrados a trasladar al montaje. Lo que hay que mostrar son la imágenes de un espacio poetizado (que valga por sí solo, aislado en el tiempo): superficies que narran.
Fragmento extraido de Fotografía y más allá, de Heinz Emigholz, Editorial Altamira, Buenos Aires, 2004.
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[En las imágenes, dibujos originales de Heinz Emigholz para su serie The Basis of Make-Up.]
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