Miradas que controlan,
por Harun Farocki
(fragmento)
por Harun Farocki
(fragmento)
En enero Cathy Crane y yo comenzamos, en Estados Unidos, una investigación para una película con el título provisorio de Gefängnisbilder (Imágenes de prisión). Buscamos el material de las cámaras de vigilancia instaladas en las penitenciarías, material de instrucción para sus guardias y funcionarios, así como documentales y largometrajes cuya temática incluyera la vida en la prisión. Llegamos a conocer a un detective privado, un activista de los derechos civiles que lucha por las familias de los prisioneros muertos en las cárceles californianas, y que lee a Hans Blumenberg cuando no tiene más remedio que esperar en algún lado.
Un arquitecto nos mostró los planos de una nueva penitenciaría para "delincuentes sexuales" en Oregón, donde se había tachado un tercio de los edificios, justamente los planificados para rehabilitación y terapia. La Legislatura había denegado los fondos. En Campden, cerca de Filadelfia, un guardia me mostró la cárcel; detrás de los vidrios, como si estuvieran en la jaula de los leones, los hombres me miraban de reojo y con desdén. Vi mujeres peinándose unas a otras como en un film de Pasolini. El guardián me contó que en los techos de las salas de estar había respiradores por donde se podían lanzar gases lacrimógenos. Sin embargo, nunca los habían utilizado porque las sustancias químicas se descomponían con el tiempo.
Imágenes de la cárcel de máxima seguridad de Corcoran, California. La cámara de vigilancia muestra una parte del patio de cemento cuya forma se parece a una porción de torta; allí se les permite a los prisioneros, vestidos con pantalones cortos y casi siempre sin camisa, pasar media hora por día. Cuando un prisionero ataca a otro, quienes no están involucrados se arrojan al piso y se cubren la cabeza con las manos. Conocen de sobra lo que sigue a continuación: el guardia hará un llamado de advertencia y luego disparará con balas de goma. Si los que pelean no se detienen, usará balas de plomo.
Las imágenes son mudas; delante de la cámara, pasa la huella humeante del arma recién disparada. La cámara y el arma están exactamente una junto a la otra; el campo visual y el campo de tiro coinciden. Es obvio que el patio se construyó en forma de segmentos circulares para que nadie pudiera protegerse de las miradas o de las balas. Uno de los reclusos, generalmente el atacante, cae. En muchos casos está muerto o herido de muerte.
Dentro de la cárcel, los presos forman parte de bandas con nombres tales como "Fraternidad Aria" o "Mafia Mexicana". Cumplen largas condenas y fueron recluidos lejos del mundo, en una cárcel de máxima seguridad. No les quedan sino los cuerpos, cuyos músculos desarrollan permanentemente, y la pertenencia a una organización. Su honor es para ellos más importante que la vida; y luchan aun sabiendo que serán baleados. En Corcoran, se disparó más de dos mil veces contra los camorristas. Los guardias dijeron que a menudo sus colegas mandaban deliberadamente al patio a los miembros de grupos antagónicos y hacían apuestas con respecto al resultado de la pelea, como si se tratase de gladiadores.
Con el propósito de ahorrar material, las cintas de las cámaras de vigilancia corren a una velocidad reducida. En los registros a los que tuvimos acceso, los intervalos eran prolongados, de modo que los movimientos aparecen entrecortados y no fluidos. Las peleas en el patio se asemejan a un videojuego barato. Resulta difícil imaginar una representación menos dramática de la muerte.
Un arquitecto nos mostró los planos de una nueva penitenciaría para "delincuentes sexuales" en Oregón, donde se había tachado un tercio de los edificios, justamente los planificados para rehabilitación y terapia. La Legislatura había denegado los fondos. En Campden, cerca de Filadelfia, un guardia me mostró la cárcel; detrás de los vidrios, como si estuvieran en la jaula de los leones, los hombres me miraban de reojo y con desdén. Vi mujeres peinándose unas a otras como en un film de Pasolini. El guardián me contó que en los techos de las salas de estar había respiradores por donde se podían lanzar gases lacrimógenos. Sin embargo, nunca los habían utilizado porque las sustancias químicas se descomponían con el tiempo.
Imágenes de la cárcel de máxima seguridad de Corcoran, California. La cámara de vigilancia muestra una parte del patio de cemento cuya forma se parece a una porción de torta; allí se les permite a los prisioneros, vestidos con pantalones cortos y casi siempre sin camisa, pasar media hora por día. Cuando un prisionero ataca a otro, quienes no están involucrados se arrojan al piso y se cubren la cabeza con las manos. Conocen de sobra lo que sigue a continuación: el guardia hará un llamado de advertencia y luego disparará con balas de goma. Si los que pelean no se detienen, usará balas de plomo.
Las imágenes son mudas; delante de la cámara, pasa la huella humeante del arma recién disparada. La cámara y el arma están exactamente una junto a la otra; el campo visual y el campo de tiro coinciden. Es obvio que el patio se construyó en forma de segmentos circulares para que nadie pudiera protegerse de las miradas o de las balas. Uno de los reclusos, generalmente el atacante, cae. En muchos casos está muerto o herido de muerte.
Dentro de la cárcel, los presos forman parte de bandas con nombres tales como "Fraternidad Aria" o "Mafia Mexicana". Cumplen largas condenas y fueron recluidos lejos del mundo, en una cárcel de máxima seguridad. No les quedan sino los cuerpos, cuyos músculos desarrollan permanentemente, y la pertenencia a una organización. Su honor es para ellos más importante que la vida; y luchan aun sabiendo que serán baleados. En Corcoran, se disparó más de dos mil veces contra los camorristas. Los guardias dijeron que a menudo sus colegas mandaban deliberadamente al patio a los miembros de grupos antagónicos y hacían apuestas con respecto al resultado de la pelea, como si se tratase de gladiadores.
Con el propósito de ahorrar material, las cintas de las cámaras de vigilancia corren a una velocidad reducida. En los registros a los que tuvimos acceso, los intervalos eran prolongados, de modo que los movimientos aparecen entrecortados y no fluidos. Las peleas en el patio se asemejan a un videojuego barato. Resulta difícil imaginar una representación menos dramática de la muerte.
(1999)
Fragmento extraido de Crítica de la mirada, de Harun Farocki, Editorial Altamira, Buenos Aires, 2003.
Para más información, click acá.
[En las imágenes, Imágenes de prisión, de Harun Farocki.]
2 Comments:
estaría bueno editar asesinos
Has completado unos buenos puntos allí. Hice una búsqueda sobre el tema y encontró la mayoría de las personas tendrán la misma opinión con su blog.
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