18.1.11

Hans Richter,
por Alexander Kluge



Teníamos su dirección. Lo visitamos en agosto de 1975 no lejos de Locarno. Allí vivía en un edificio de construcción reciente. Los vecinos no sabían quién era. Tampoco la dirección del festival de Locarno pensó en que el famoso realizador vivía a una distancia tan corta. De lo contrario, podrían haberlo invitado a dar una conferencia.
No guardaba películas en su domicilio. No tenía los derechos, dijo. Entre muebles del hipermercado Ikea había cuadros suyos sin vender. Fuera de esa urbanización, es decir, en el mundo, tenían mucho valor.
Los ojos, aún centellantes. Apenas intercambiamos palabras se enfervorizó. No fumaba, no tomaba café. Lo animaba estar acompañado, poder sublevar a otras personas. De él era el texto Cinéfobos de hoy - cinéfilos del mañana, de 1929. En esa época también esbozó el manuscrito La lucha por el cine, que terminó en 1939 durante su exilio. Si cuando empezó a escribir esos dos textos combativos hubiera tenido a su alrededor ochenta realizadores con la misma actitud que él, ese grupo habría podido transformar la esfera pública alemana a tal punto que habría cambiado el curso de la historia de Europa Central tras la crisis del año 1929. La documentación cinematográfica es un poderoso medio de guerra, afirma. Es la única raíz legítima del cine. Lo que Richter buscaba era ganarnos a nosotros, más jóvenes, para formar una TROPA DE RENOVACIÓN DOCUMENTAL. No advertía que su postura nos había convencido mucho tiempo atrás. Nos despedimos con la amarga sensación de que nunca lo volveríamos a ver, pues no íbamos con frecuencia a Locarno. Hans Richter murió seis meses después.


Texto incluido bajo el título "El autor de La lucha por el cine: Hans Richter" en el libro de Kluge, 120 historias del cine, publicado recientemente por Caja Negra Editora.



[En la imagen, Hans Richter en Locarno.]