9.9.11

Cine,
por María Negroni

El nuevo y excelente libro de María Negroni, Pequeño mundo ilustrado, es mil cosas y nada al mismo tiempo. Un catálogo de obsesiones e investigaciones circulares, una enciclopedia de bolsillo dedicada a la celebración de la invención y el goce del artificio y, tal vez más sorprendentemente, una colección de ideas y definiciones de la poesía. Era obvio que en su declaración de amor (y toma de postura, memoriosa y demandante) a toda una constelación de creaciones ya extintas -o directamente irrealizables- iba a hallar un lugar para el cine, ese "estúpido material típico del siglo diecinueve", según George Lucas, que no sólo se niega a desaparecer, sino que también continúa aceptando definiciones, tal lo demuestran las palabras de Negroni a continuación.

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En su libro Public Intimacy, la italiana Giuliana Bruno describió el cine de varios modos. Lo llamó archivo nómade de imágenes, viaje arquitectónico, paisaje cultural del inconsciente, excusa para la topofilia y también visión peripatética. En todas sus definiciones, como se ve, movimiento y figura son claves. Walter Benjamin había señalado ya la semejanza entre cirujano y cameraman, recordando que en un film se "cortan" cuerpos en el espacio, se editan y manipulan anatomías de lo visible.
Al cine lo preceden muchos "espacios para ver": los gabinetes de curiosidades, los museos de cera, los tableaux vivants, los teatros mnemónicos, las vidrieras, las vistas panorámicas, los peep-holes, las caminatas urbanas (flaneries, sightseeing tours), los museos y, en general, todo espacio donde el espectador puede volverse, literalmente, un consumidor de imágenes.
También lo precede, de un modo sesgado, el pabellón, ese puente entre la ciudad y el jardín, concebido como salón de fiestas a fines del siglo XIX y generalmente erguido en parques públicos, donde la percepción podía volverse --como la modernidad misma-- astillada y móvil. Como el pabellón, la sala de cine estrenó cierto tipo de geografía, hasta entonces, inédita: en su espacio, un afuera podía volverse interior mientras un interior era proyectado afuera.
No me parece descabellado agregar que el cine comparte rasgos con el autómata. Puede que sea, incluso, el autómata paradigmático de la era de la reproducción mecánica. ¿No hay en él, acaso, un proceso de embalsamamiento, de momificación de la vida? ¿No está hecho de fragmentos pegados en una tira de celuloide? ¿No son sus personajes como androides que vuelven una y otra vez, al estilo de "El espectro", de Quiroga, a cruzar la frontera del tiempo para activar nuestros reflejos sensuales?
La primera sala de cine fue la Sala Iride y se inauguró en Nápoles en 1899.


Incluido en Pequeño mundo ilustrado, editado por Caja Negra Editora, Buenos Aires, 2011. Más info acá.