31.1.09

Miradas que controlan,
por Harun Farocki
(fragmento)



En enero Cathy Crane y yo comenzamos, en Estados Unidos, una investigación para una película con el título provisorio de Gefängnisbilder (Imágenes de prisión). Buscamos el material de las cámaras de vigilancia instaladas en las penitenciarías, material de instrucción para sus guardias y funcionarios, así como documentales y largometrajes cuya temática incluyera la vida en la prisión. Llegamos a conocer a un detective privado, un activista de los derechos civiles que lucha por las familias de los prisioneros muertos en las cárceles californianas, y que lee a Hans Blumenberg cuando no tiene más remedio que esperar en algún lado.
Un arquitecto nos mostró los planos de una nueva penitenciaría para "delincuentes sexuales" en Oregón, donde se había tachado un tercio de los edificios, justamente los planificados para rehabilitación y terapia. La Legislatura había denegado los fondos. En Campden, cerca de Filadelfia, un guardia me mostró la cárcel; detrás de los vidrios, como si estuvieran en la jaula de los leones, los hombres me miraban de reojo y con desdén. Vi mujeres peinándose unas a otras como en un film de Pasolini. El guardián me contó que en los techos de las salas de estar había respiradores por donde se podían lanzar gases lacrimógenos. Sin embargo, nunca los habían utilizado porque las sustancias químicas se descomponían con el tiempo.
Imágenes de la cárcel de máxima seguridad de Corcoran, California. La cámara de vigilancia muestra una parte del patio de cemento cuya forma se parece a una porción de torta; allí se les permite a los prisioneros, vestidos con pantalones cortos y casi siempre sin camisa, pasar media hora por día. Cuando un prisionero ataca a otro, quienes no están involucrados se arrojan al piso y se cubren la cabeza con las manos. Conocen de sobra lo que sigue a continuación: el guardia hará un llamado de advertencia y luego disparará con balas de goma. Si los que pelean no se detienen, usará balas de plomo.
Las imágenes son mudas; delante de la cámara, pasa la huella humeante del arma recién disparada. La cámara y el arma están exactamente una junto a la otra; el campo visual y el campo de tiro coinciden. Es obvio que el patio se construyó en forma de segmentos circulares para que nadie pudiera protegerse de las miradas o de las balas. Uno de los reclusos, generalmente el atacante, cae. En muchos casos está muerto o herido de muerte.
Dentro de la cárcel, los presos forman parte de bandas con nombres tales como "Fraternidad Aria" o "Mafia Mexicana". Cumplen largas condenas y fueron recluidos lejos del mundo, en una cárcel de máxima seguridad. No les quedan sino los cuerpos, cuyos músculos desarrollan permanentemente, y la pertenencia a una organización. Su honor es para ellos más importante que la vida; y luchan aun sabiendo que serán baleados. En Corcoran, se disparó más de dos mil veces contra los camorristas. Los guardias dijeron que a menudo sus colegas mandaban deliberadamente al patio a los miembros de grupos antagónicos y hacían apuestas con respecto al resultado de la pelea, como si se tratase de gladiadores.
Con el propósito de ahorrar material, las cintas de las cámaras de vigilancia corren a una velocidad reducida. En los registros a los que tuvimos acceso, los intervalos eran prolongados, de modo que los movimientos aparecen entrecortados y no fluidos. Las peleas en el patio se asemejan a un videojuego barato. Resulta difícil imaginar una representación menos dramática de la muerte.

(1999)



Fragmento extraido de Crítica de la mirada, de Harun Farocki, Editorial Altamira, Buenos Aires, 2003.
Para más información, click acá.


[En las imágenes, Imágenes de prisión, de Harun Farocki.]

12.1.09

Ojo de vanguardia,
por Diego Trerotola


En 2002, Peter Tscherkassky aterrizó en el Bafici como un marciano. Su Trilogía en Cinemascope partía de un lugar extraño: tres secuencias donde se apropiaba de fragmentos de otras películas para convertir al cine en un ovni pensante. No se trataba de una más de esas películas de metraje encontrado, de found footage, porque su efecto era un viaje espacial a la paradoja: el homenaje destructivo. En el gesto de deshacer la lógica ajena pero manteniendo su energía originaria, Tscherkassky aniquilaba la visión fatigada de la repetición de lo mismo. Así, los ojos nuevos sobre viejas promesas visuales hacían de la experiencia una relectura que salía al encuentro de la tensión entre ruptura y continuidad de movimiento e ideas. Una película de acción no perdía su poder cinético sino que ganaba en vértigo, al mismo tiempo que, sin usar palabras, las mismas imágenes servían para analizar los procedimientos que permitían ese vértigo. El cine se podía pensar con el cine: la inteligencia de la máquina existía.
Este año, por un surco diverso, The Revue de Sergei Loznitsa sigue los pasos de Tscherkassky. Aquí no hay viaje afiebrado, más bien se trata de una reflexión en medio de la exaltación política de la construcción de una utopía (que, de alguna manera, es una forma de vértigo). Loznitsa se apropia de noticiarios soviéticos de los 50 y 60, pero no para hacer una película de compilación, de información sobre un período histórico, sino para pensar con las imágenes. Sin voz superpuesta, sin intervención más allá del montaje, The Revue establece las tensiones entre el mundo del trabajo y los espectáculos culturales, entre la teatralidad coreografiada y lo espontáneo impensable, entre ideología y arte, entre mirada estilizada y mirada testimonial. Así, en las películas que tratan de crear una idea oficial y positiva de la cultura, Loznitsa encuentra un proceso de crisis donde, en la puesta en relación de las imágenes, se forma un mapa caleidoscópico de trayectos que multiplican el conflicto de la representación de ideas políticas y estéticas. Y el buen cine, con su implacable ojo de vanguardia, puede captar, incluso antes que la mente, los destellos de la virtud y del fracaso de la realidad.


Publicado originalmente en el diario del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente, Sin Aliento (Número 3, Año 7, jueves 11 de abril de 2008).



[En las imágenes, The Revue, de Sergei Loznitsa.]