Un héroe moderno,
Stan Brakhage 1933-2003,
por J. Hoberman
Un artista grande y valiente, Stan Brakhage murió a los 70 años luego de una larga enfermedad el 9 de marzo. Llamarlo cineasta apenas le hace justicia. Las más de 300 películas que Brakhage trajo al mundo, en mayor o menor medida individualmente, a lo largo de sus 50 años de carrera proporcionan una historia alternativa del cine. La obra inmensa, mayormente auto financiada y escandalosamente subestimada de Brakhage tiene puntos de contacto con el surrealismo, el action painting, las películas caseras, el cinéma vérité y varias escuelas de poesía. Pero principalmente es la demostración de un modernismo heroico americano personal.
Brakhage comenzó a realizar películas en 16mm cuando era un adolescente de Denver, tomando como modelo el cine poético y desparramado de metáforas de Jean Cocteau y los psicodramas de Maya Deren. Su gran avance llegó unos años más tarde, una vez que la conciencia detrás de cámara se transformó en protagonista de sus films, posiblemente los más subjetivos jamás realizados. En sus películas y en sus escritos, para nada desdeñables, Brakhage tomó un punto de vista expansivo: viendo recuerdos complejos, fantasías incompletas e incluso una visión de “ojos cerrados”. El cine era una forma de desaprender convenciones. Durante dos décadas, Brakhage intuitivamente filmó y editó brillantemente películas enfocadas principalmente en su mujer y sus cinco hijos en su cabaña de las Rocallosas. Estas eran películas caseras elevadas a la enésima potencia: mudas y rítmicas, apoyadas en un lenguaje inventado de golpes cambiantes de exposición o foco, múltiples sobreimpresiones, luz refractada y movimientos de cámara staccato. Hacia el final de su vida, la obra de Brakhage se volvió más abstracta –un término que no le gustaba– cuando comenzó a pintar directamente sobre película.
Brakhage filmó el nacimiento de su primer hijo en Window Water Baby Moving (1959) y la morgue de Pittsburgh en su desgarradora The Act of Seeing With One's Own Eyes (1971). Realizó una épica de varias capas, autoconscientemente joyceana, naturalmente psicodélica sobre un hombre –él mismo– escalando una montaña nevada, en Dog Star Man (1964-66). Creó una meditación profundamente conmovedora sobre la guerra en 23rd Psalm Branch (1966–67), un largometraje en 8mm que trabajosamente corta pequeños fragmentos de imágenes de atrocidades de la Segunda Guerra dentro del flujo majestuoso del paisaje de Colorado; hizo otra obra maestra usando un cenicero viejo de vidrio como prisma en The Text of Light (1974). Y estas son tan solo algunas.
Como personalidad, Brakhage fue un solitario sociable con un talento para las hipérboles provocadoras y una tendencia a presentarse a sí mismo como un paladín vestido de negro. Generoso en sus elogios e inflexible en su integridad, fue un referente para muchos. Su muerte detiene un flujo creativo aparentemente infinito, e incluso arroja dudas sobre el futuro mismo del cine. Las películas, a menudo decía, son un arte “construido con telarañas”. Pero mientras Brakhage vivió, la increíble amplitud de sus logros, y dedicación, en esas películas efímeras parecieron prevenir la fragilidad esencial del medio.
[En la imagen, Stan Brakhage trabajando.]